La idea surgió en la primavera de 2009. Muchos ciclistas dejaban en la tienda sus viejas bicis como forma de pago. "La mayoría eran bicis estropeadas que dejábamos apoyadas en la pared del patio. Eran tantas que ya era complicado acceder al camino que llevaba a la tienda", cuenta Peter. Fue entonces cuando un empleado le preguntó: "¿Qué hacemos con tantas bicicletas?", a lo que Peter le respondió en broma, "cuélga la porquería en la pared". Al día siguiente reflexionaron y lo que empezó siendo una idea loca se hizo realidad. "Fue divertido", asegura este canadiense de padres alemanes.
Las bicicletas de la fachada no están a la venta, son vehículos viejos en malas condiciones. "¡Sólo estarían a la venta si quisieramos que los clientes se matarán!", bromea este amante de las dos ruedas. Cada vehículo está fijado a la pared con unos ganchos de bicis que agarran los pedales, los mismos que utilizan en los garajes cuando hay poco espacio. "Hasta los seis metros de altura hemos trabajado con una escalera y a partir de ahí, usamos una plataforma elevadora. Los ganchos que utlizamos están certifiados por el TÜV y siempre hay dos metros de distancia entre las bicis y por donde pasa la gente, para evitar accidentes. Por ejemplo, al lado de la escalera no colgaremos nada, por si acaso", explica Peter.
Poco a poco, la fachada de esta tienda se está convirtiendo en un verdadero museo: la bici más antigua en la pared es del año 1933. "Al principio teniamos bicicletas de los años 40 y 50, pero las robaron. En Ebay he visto que las bicicletas de época generan un buen dinero, independientemente de su estado. Ahora lo que hacemos es colgar las bicis antiguas lo más alto posible y dejar las de tipo "Carrefour / Eroski" debajo del todo. Desde entonces no ha desaparecido ninguna", cuenta este canadiense. Una anécdota: un cliente reconoció una de las bicis como suya. Se la habían robado en 1986 en una estación de tren, y aunque Peter se ofreció a devolvérsela, el dueño prefirió dejarla como parte de la tienda.
Peter no está seguro de si este tipo de publicidad afecta directamente a la facturación, ya que asegura que su tienda da un mejor servicio que cualquier otra minorista de la ciudad. "El servicio es muy importante porque en Alemania hay un gran déficit de buen servicio (amabilidad del personal, tratamiento con el cliente etc). En mi caso, solo busco empleados dispuestos a morir por el cliente. Mi filosofia: Trata el cliente como tú quieres ser tratado".No sabemos si el negocio ha crecido con su campaña publicitaria o por el servicio, pero lo que está claro es que las ventas han aumentado un 40%, mientras que otros negocios similares en Alemania se han visto reducidos en un 22%.
A pesar de haber nacido en Canadá, Peter llegó a Alemania tras la unificación para ayudar a su tió en unas obras en Neubrandenburgo. De ahí viajó a Berlín donde comenzó el negocio en una tienda de tan sólo 60 metros cuadrados. Hoy tiene 1000 metros cuadrados en un edificio de cuatro plantas. Y el negocio sigue creciendo.