Andrew McGill. Traducido del inglés por Carlos Marín :)
Espiral de nubes, ráfaga de viento, el disco solar, el tabernáculo azul del cielo, el ciclo de las estaciones, la titilante multitud de las estrellas, partes todas de u
na unidad
rítmica y mística. Allí donde nos lleven nuestros pequeños asuntos
debemos distinguir por doquier las huellas digitales del majestuoso
plan, la rutina metódica e inexorable que no tiene comienzo ni fin, allí
donde la muerte no es más que un prefacio al siguiente nacimiento y el
nacimiento es el ineludible antecedente de otra muerte. Nosotros, seres
humanos, somos tan incapaces de concebir el motivo a la causa moral de
todo aquello como el perro es incapaz de comprender el razonamiento en
la mente de su amo. El perro ve los actos del amo, benévolos o malignos,
y menea la cola. Lo mismo ocurre con nosotros.
Por lo tanto, hermanos, es preciso andar por este camino con el corazón liviano. Alabemos el bronce de las hojas y el estallido de la ola mientras tengamos ojos para ver y oídos para escuchar. Una sincera perplejidad ante las bellezas inefables del mundo es la postura adecuada para el aprendiz. Seamos todos aprendices bajo la atenta mirada de la Madre Naturaleza.
Por lo tanto, hermanos, es preciso andar por este camino con el corazón liviano. Alabemos el bronce de las hojas y el estallido de la ola mientras tengamos ojos para ver y oídos para escuchar. Una sincera perplejidad ante las bellezas inefables del mundo es la postura adecuada para el aprendiz. Seamos todos aprendices bajo la atenta mirada de la Madre Naturaleza.